La Carrera de Escobas de Medianoche
En el pequeño pueblo de Broomhilda, una tradición anual desataba la risa y la competencia entre sus habitantes: la Carrera de Escobas de Medianoche. Contrario a lo que uno podría esperar, esta no era una competencia de brujas, sino un desafío peculiar donde los participantes, disfrazados de forma extravagante, debían recorrer el pueblo montados en escobas... sin levantar los pies del suelo.

El evento era organizado por el carismático señor Whiskers, el dueño de la tienda de mascotas local, quien aseguraba que la carrera traía buena suerte y mantenía a los espíritus juguetones a raya. Cada año, el premio al ganador era un trofeo dorado en forma de gato, una suscripción anual a "El Diario de Broomhilda" y, por supuesto, derechos de fanfarroneo hasta la próxima carrera.

Entre los competidores más destacados estaban: Linda, la panadera, conocida por sus veloces "técnicas de barrido"; Bob, el cartero, que afirmaba tener un "sexto sentido para las corrientes de aire"; y los gemelos Murphy, cuyo atuendo coordinado y tácticas de distracción los habían hecho campeones el año anterior.

La noche de la carrera, Broomhilda se iluminaba con luces de colores, música y el aroma de delicias locales. Los espectadores se alineaban en las calles, ansiosos por ver el espectáculo. A medianoche en punto, el señor Whiskers dio la señal de partida con un estruendoso "¡Miau!" desde un altavoz, y los competidores salieron disparados.

La carrera fue un caos hilarante desde el inicio. Linda intentó una maniobra arriesgada alrededor de la fuente del pueblo, solo para enredarse en su propia capa. Bob, utilizando un paraguas como vela, tomó la delantera, pero una ráfaga de viento lo desvió hacia un callejón sin salida. Los gemelos Murphy, mientras tanto, ejecutaron una coreografía impresionante, pero terminaron chocando entre sí, provocando una montaña de risas entre los espectadores.

Al final, contra todo pronóstico, fue la señora Potts, la bibliotecaria, quien cruzó la línea de meta en primer lugar. Su estrategia había sido simple: mantener un ritmo constante y evitar los obstáculos, demostrando que, a veces, menos es más.

La Carrera de Escobas de Medianoche terminó con aplausos, carcajadas y la promesa de volver a reunirse el próximo año para más diversión y travesuras. La señora Potts, sosteniendo su trofeo dorado y con una sonrisa de oreja a oreja, declaró que su victoria era una prueba de que "¡incluso las bibliotecarias pueden barrer la competencia!"

Y así, la tradición de Broomhilda continuó, recordando a todos los presentes que la alegría y la unión comunitaria podían encontrarse en las actividades más insólitas.