El Gran Concurso de Pasteles de Doña Gertrudis
En el pequeño pueblo de Dulcelandia, famoso por su amor a los postres y las delicias azucaradas, se celebraba anualmente el Gran Concurso de Pasteles. Este evento atraía a panaderos de todas partes, ansiosos por demostrar sus habilidades culinarias y ganar el codiciado trofeo: una espátula de oro macizo. Sin embargo, el concurso de este año prometía ser diferente, todo gracias a Doña Gertrudis y su legendario (y algo impredecible) pastel de chocolate volcánico.

Doña Gertrudis, una señora de avanzada edad con una chispa traviesa en la mirada, había participado en el concurso sin falta durante los últimos 50 años, sin lograr jamás el primer puesto. Pero este año, estaba determinada a ganar, convencida de que su pastel de chocolate volcánico sería su boleto a la gloria.

El día del concurso, la plaza del pueblo se llenó de mesas adornadas con los pasteles más exquisitos y elaborados que uno pudiera imaginar. Sin embargo, el pastel de Doña Gertrudis destacaba por una razón: comenzó a hacer ruidos extraños minutos antes de la degustación. Los espectadores se reunieron alrededor, murmurando con curiosidad y una pizca de preocupación.

Cuando llegó el momento de la degustación, y justo cuando los jueces se acercaron a su pastel, el "volcán" hizo erupción. Una explosión controlada de chocolate caliente y malvaviscos voló por los aires, cubriendo a los jueces de pies a cabeza en una lluvia pegajosa y deliciosa. La multitud quedó en silencio por un momento, impactada, antes de estallar en carcajadas.

Lejos de molestarse, los jueces, ahora completamente bañados en chocolate, no pudieron evitar reírse también. La creatividad y el espectáculo inesperado de Doña Gertrudis les ganó el corazón. Por primera vez en la historia del concurso, se otorgó un premio especial por "Innovación y Entretenimiento Pastelero", junto con la espátula de oro, a una muy orgullosa y chocolatosa Doña Gertrudis.

La historia del pastel volcánico de Doña Gertrudis se convirtió en leyenda en Dulcelandia, recordando a todos que, a veces, un poco de diversión y una actitud despreocupada pueden ser los ingredientes secretos para el éxito. Y así, el Gran Concurso de Pasteles no solo celebró la pastelería, sino también las risas y la alegría que un buen pastel (y una buena explosión de chocolate) pueden traer a la vida de las personas.